lunes, 10 de junio de 2013

El Gran Hermano nos vigila, pero eso no es de ahora

Hay una corriente de sorpresa e indignación en las redes a propósito de ciertas noticias relacionadas con la vigilancia a ciudadanos a través de Internet. Los demonios de turno se llaman NSA, Obama, Policía Nacional, Gallardón, etc.

No voy a decir que no esté indignado (que lo estoy), pero solo en la medida en que un cubo de agua fría molesta a quien camina bajo una lluvia torrencial. Lo que me sorprende no es que Obama o Gallardón hablen de estos temas: lo que me sorprende es que alguien crea que esto es nuevo. En realidad es solamente otra vuelta de tuerca.
El Gran Hermano nos vigila, sí, pero eso no es nuevo. Si acaso cada día afina un poco mas sus instrumentos. Lo realmente sorprendente es la cantidad de gente que sigue sin creérselo.

¿Quién fue el primer pirata del copyright?

Entre los comentarios a un reciente post de David de Ugarte hay uno de Fernando da Rosa del que podría entenderse que el primer "pirata del copyright" fue un tal Henry Hills, y del que se hace eco Javi de Rios en su blog:

En realidad el término piratería aplicado a la industria editorial tiene raíces muy antiguas, fue aplicado a Henry Hills por el 1707, época de piratas, pero él solo imprimía libros a bajó costo, gracias a la nueva tecnología de la época, para “beneficio de los pobres”, entre otras cosas su obra género una respuesta a través del estatuto de la Reina Ana de 1710. Tal vez estemos viviendo una revolución como la de aquella época, cuando se popularizo el uso de la imprenta en Europa y algunos editores empezaron a hacer, lo que algunos llamaron “piratería”.

Sin embargo, si hay algo de cierto en la leyenda, el primer acusado de "piratería del copyright" no fue Henry Hills, sino el monje Columbkille (hoy mas conocido como San Columba), en la Irlanda del año 560.

Según cuenta la tradición Columbkille realizó, a escondidas y sin permiso, una copia manuscrita de un libro que encontró en la biblioteca del abad Finnian, quien reclamó dicha copia al descubrir las actividades clandestinas de Columbkille.

Columbkille, que era un orgulloso miembro del clan de los Ui Dhomhnaill (actualmente mas conocidos como O'Donnell) se negó a obedecer al abad, y el rey Diarmaid tuvo que intervenir. Se cuenta que Diarmaid argumentó que al igual que el ternero es del dueño de la vaca, la copia es del dueño del libro, dando así la razón al abad Finnian.

A partir de aquí la historia se vuelve cada vez menos creíble, porque según la tradición la respuesta de Columbkille a la decisión de Diarmaid fue una rebelión que culminó en la Batalla de Cúl Dreimhne en el año 561, que terminó saldándose con gran cantidad de muertos por ambos bandos y con la derrota de Columbkille. Se cuenta que Columbkille fue exiliado a Escocia a conseguir para la fe cristiana una conversión por cada uno de los caídos en la batalla que había provocado.  De lo poco creíble la tradición pasa al género fantástico al atribuir el éxito de la misión evangelizadora de Columbkille al hecho de haber puesto en fuga a un monstruo que habitaba en el rio Ness (a partir de aquí entramos en el terreno de Iker Jiménez).

El caso es que el exilio de Columbkille es considerado como el inicio de una oleada evangelizadora que, partiendo de Irlanda, se extendió por la Europa medieval, y que junto al cristianismo de Columbkille divulgó otra cosa: su pasión por los libros.